El 69% de las personas que trabajan en el sector artístico en Euskadi se encuentran por debajo del umbral de la pobreza en función de los ingresos estrictamente relacionados con su actividad, lo que obliga a que casi la mitad de estos profesionales deba recurrir a un segundo trabajo al margen del artístico para poder subsistir. El Estudio sociolaboral de actores/actrices y bailarines/as dado a conocer esta semana por la Fundación AISGE, entidad estatal sin ánimo de lucro, confirma una precariedad intuida en muchas ocasiones y demostrada con cifras. Sólo el 18% de actores, actrices y demás artistas audiovisuales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa supera el listón de los 18.000 euros anuales, con la paradoja de que hay una brecha salarial de 1.100 euros anuales en favor de los hombres si se comparan todos los ingresos pero favorable a las mujeres en la misma cantidad si solo se tienen en cuenta solo las retribuciones artísticas. Aquellos que superan los 30.000 euros de ingresos al año únicamente representan el 5% del total. El resto debe recurrir a otras formas de ingreso lo que propicia que la tasa de paro artístico no se traduzca en un desempleo real, sino que quede maquillado. Tal es así, que únicamente se refleja un 13% de paro estricto entre los profesionales artísticos debido a su empleabilidad en otros puestos de trabajo que no tienen que ver con su actividad. La realidad de los datos obliga a una reflexión profunda sobre la situación laboral del mundo de la Cultura. La pandemia golpeó de lleno a unas actividades que se vieron suspendidas en su totalidad y que tardaron tiempo en recuperarse. De hecho, el 4,5% de las industrias culturales vascas cerró debido a la incidencia de la covid-19 y el 50% pudo adaptar su funcionamiento a la situación según avanzó el Observatorio vasco de la Cultura en su día. Aunque el informe concluye que, en comparativa con el Estado, la CAV se encuentra en una situación relativamente mejor en cuanto a parámetros con el sueldo o la dedicación a distintas disciplinas, lo cierto es que Euskadi solo concentra el 4% de los artistas de teatro, doblaje o danza del Estado y los que residen en nuestro país se encuentran mayoritariamente por debajo del umbral de la pobreza. Un análisis que obliga a poner el foco en su situación para la búsqueda de soluciones que permitan a aquellas personas que quieran dedicar su proyecto vital al arte a poder hacerlo.